Marcelo Pacheco. III Bienal Iberoamericana de Lima, Perú

En los últimos 10 años Hugo Vidal (1956) ha construido un cuerpo de obra significativo combinando fotografías, objetos, instalaciones, videos, intervenciones, obras digitales y performances. Sin obedecer a la ortodoxia de ninguna de las disciplinas y buscando siempre el mejor soporte parlante para sus narraciones, el artista ha desplegado sus discursos.

En los últimos 10 años Hugo Vidal (1956) ha construido un cuerpo de obra significativo combinando fotografías, objetos, instalaciones, videos, intervenciones, obras digitales y performances. Sin obedecer a la ortodoxia de ninguna de las disciplinas y buscando siempre el mejor soporte parlante para sus narraciones, el artista ha desplegado sus discursos ( uno y múltiple en sus pliegues y repliegues), concentrándose en algunas obsesiones simbólicas: la estrella, la silueta, la imagen religiosa, los platos, los cuchillos, el arte y sus fetiches, la historia del arte y sus iconos (locales e internacionales) y repitiendo las operaciones de reunir, cortar, quebrar, citar, señalar, acumular, perforar, aludir.

Varias exposiciones colectivas y una individual, las presentaciones con el grupo “La carpintería”, algunas participaciones en premios y los sucesivos “cohechos artísticos” junto a Raúl Flores, han servido como hitos de un itinerario claro en sus reiteraciones. En el contexto local de los 90 Vidal aparece en escena lentamente, como infiltrándose. Algunas fisuras en el sistema de lo establecido, algunas alianzas estratégicas, la insistencia cautelosa pero certera, fueron ubicando su producción (marginal y marginada) en un espeso punto de atención. Después de las discusiones artísticas y teóricas de los primeros 90 alrededor del arte light, el arte bright y el arte guarango, ciertos cambios en las miradas y los discursos, y fuertes imposiciones del contexto cultural y social, abrieron solapadamente los senderos para un retorno, aunque contenido, aunque camuflado, para una práctica política de lo artístico, para una práctica comunitaria del arte. Vidal con sus materiales, iconografías y recurrencias simbólicas, muestra una de las producciones más vitales en el campo del arte (político) argentino.

El artista se mantiene atento. Atento a la historia del arte, atento a los marcos de lectura y a los trabajos de los otros artistas; atento a las transformaciones de los agentes artísticos y atento a los cambios radicales de la política y la sociedad argentinas. Con una capacidad de absorción y de digestión constantes Vidal transita, mirando con curiosidad y perspicacia, como espectador anónimo, con voz propia o con callada presencia. En este caminar y mirar desde dentro y desde las fronteras, construye sus trabajos con una economía mínima entre materiales populares y baratos que guardan fuertes latencias sociales y políticas: cuchillos, platos de loza y de acero inoxidable, tablas de madera, neumáticos. Con estos materiales básicos, pero de fuertes evocaciones utilitarias y comunitarias, construye formas simples y elementales, pero ancladas en el imaginario simbólico colectivo. Estrellas y siluetas o columnas a lo Brancusi o cubiertas de caucho rebosantes de loza, van evocando signos de la historia política reciente o de las batallas del arte del siglo XX. Una sugerente tensión entre los problemas de las formas, el valor de los soportes y el mundo de los contenidos, va dando espesor a cada trabajo y sus relaciones internas y externas en un sistema dialéctico que conforma constelaciones de sentidos siempre en expansión.

Mientras la Argentina devoraba sus pertenencias (materiales y simbólicas) y sus acuerdos comunitarios, disolviendo identidades y tramas solidarias, Vidal insistía con sus platos quebrados y sus maderas cortadas, incitando a reuniones aparentemente azarosas, provocando encuentros entre los fragmentos, dando forma a viejas insignias civiles como la estrella o la silueta fantasmal de cuerpos ausentes. Una sugestiva manera de reconstruir sobre las ruinas y con los deshechos. Una manera simple de convocar a rituales perdidos dando cuerpo nuevo a rastros antiguos. El artista busca con obstinación cómo activar las memorias personales y las memorias colectivas, las memorias cotidianas y las memorias históricas; como mantener la práctica artística en el terreno de las contiendas sociales. Una reunión más y Otra silueta son títulos que subrayan la continuidad, la reiteración temporal como ritmo necesario que asegura el valor de un ritual que se repite con decisión ceremonial y testimonial. Una sociedad devastada donde el artista reúne con paciencia los restos, sin disimular las grietas y las irregularidades, iluminando los golpes y las suturas.

La estrella en su sobreabundancia visual fue tema de su primera exposición individual en 1999. Objetos, instalaciones, fotografías e imágenes digitales daban cuenta de un complejo mundo discursivo que atrapaba la estrella signo/ emblema/ ícono para devolverle sus bordes y asperezas. La forma silueta, marca luctuosa de la última dictadura militar, aparece públicamente recién en el 2001, renovando su potencia fantasmal. Los platos de loza o metal, materia prima cargada de resonancias domésticas e históricas (recuerdos de un país solidario), se suceden continuos y mutantes desde 1996. Platos como aureolas beatíficas, platos en autorretratos, platos estrellados, platos encolumnados, platos (re)velando cuerpos yacentes. Hugo Vidal atrapa formas y materiales de la vida diaria y nos provoca en el terreno de lo familiar, eliminando las certezas y cuestionando las verdades siempre confortables.